En lo ocurrido el pasado 19 de octubre, una fecha histórica para la ciudad (como todo el mundo sabe), no hay que buscar mucho para encontrar a los culpables, aunque no se quieran señalar, aunque consideren que no han hecho nada malo, está claro que responsables hay, además muchos. Esta vez sí podemos dar validez a la frase sobre “los culpables” que dijo aquel hombre, por llamarlo de alguna forma, que por algún misterioso azar –los caminos del señor son inescrutables– rigió los destinos de España: “no están ni en desiertos remotos ni en montañas lejanas”. Seguramente, usted que está ahora mismo leyendo se ha cruzado con alguno en su diario caminar por Huelva, puede que hasta usted sea uno de los que ayudó a convertir el “acto de fe” en… (por favor, acabe usted la frase como le guste).
El “acto de fe” estaba dirigido y organizado por un ente, el Consejo de Hermandades y Cofradías que dirigió y organizó poco y mal, pero en él participaron unas hermandades que bien por falta de conocimiento, por estar mal asesoradas o directamente por hacer las cosas a su forma y manera, mal, participaron de forma activa en el engrandecimiento del naufragio.
Cualquiera con la mínima memoria encontrará con facilidad como en algunas hermandades los criterios han ido variando a lo largo de los últimos años, no a favor de la prudencia, de ahí el problema. ¿Qué hace que una hermandad varíe tan radicalmente su comportamiento y compostura ante la lluvia mutando desde la mesura al desconcierto más absoluto, desde el saber hacer a directamente provocar a la lluvia? Una misma hermandad, una de las que llegó a salir a la calle el pasado día 19 de octubre y por supuesto se mojó, ha pasado en cuestión de pocos años de suspender una salida con horas de antelación –sin duda alguna muy bien hecho y así se le reconoció– a salir directamente lloviendo –como hizo el pasado sábado. Entre un punto y otro está aquella vez que decidió volverse corriendo y tras darle una paliza a sus hermanos de luz, a la gente que acompañaba a su titular y a su cuadrilla de costaleros –poderosos y entregados– decidir que era el tiempo del recreo una vez pasado el supuesto peligro que, por cierto, nunca llegó. Da igual, tanto la cuadrilla como los hermanos podían con eso y con más si hubiera sido necesario, aunque la coherencia se resintió. Pero no acaba aquí la cosa, en otra ocasión decidieron saltarse parte del recorrido cuando estaba en el presupuesto de la salida que la tormenta podría llegar. Cambiar, evolucionar, mutar… siempre está bien, ¿pero a peor?, es más, ¿tan manifiestamente a peor?, ¿por qué?
Por otro lado tenemos hermandades que ni siquiera tienen un pasado, su edad no se lo permite, hermandades que provocan que nos preguntemos qué les lleva a ponerse en la calle insistiendo año tras año, ya sea en Semana Santa o para una salida extraordinaria como ésta, cuando la lluvia no es una posibilidad si no la realidad manifiesta y el recorrido que les espera es más que largo . Al menos esta hermandad puede decir que lo que haga con su patrimonio es cosa suya, pero alguna otra mojó y bien mojado un paso que ya ni siquiera le pertenecía. Viendo estas situaciones nos planteamos si es que esa falta de responsabilidad que se achaca a políticos, dirigentes… no es más bien un mal social que también llega a las hermandades que, le guste o no a algunos, están más que bien enraizadas en la sociedad y forman parte de ella.
Podríamos enumerar mil razones para hacer todo lo posible para no mojarse, tanto las hermandades como el Consejo, pero con una gran diferencia, mientras el Consejo tiene como patrimonio una maraña de hierros oxidados y una sede prácticamente en ruinas, todas y cada una de las hermandades tienen bastante más que eso, el infinito comparado con eso.
Al hablar de patrimonio, si hay que luchar por cuidar algo en concreto sólo hay que señalar dos: los Titulares –sí, lo empezamos con mayúscula– y los HERMANOS –ésta se escribe entera con mayúsculas y con letras doradas. Cualquier patrimonio está muy por debajo de esto, cualquiera. Mantolines nuevos o viejos, túnicas de Carrasquilla o bordadas por un grupo de hermanas, respiraderos de Seco, pasos completos o por partes, imágenes secundarias de calidad, recién restauradas con sabiduría o que se van a sustituir en breve son parte de lo accesorio, claro que engrandecen a las cofradías, por supuesto, pero sin los Titulares y sin los HERMANOS las hermandades empequeñecen hasta desaparecer. Esto nos lleva al sentido más estricto de las palabras, una hermandad no es más que un grupo de hermanos y los grupos de hermanos, como mínimo, deben preocuparse los unos por los otros.
Anecdotario
Los nervios, la improvisación, la indecisión y las constantes variaciones en el plan, o los planes, jugaron muy malas pasadas, está claro, pero también el empeño en lo que ya no iba a poder ser y la falta de criterio en la toma decisiones. Cuando ya no había nada que hacer y muchas hermandades iban de vuelta a sus templos, todavía alguna hermandad tenía interés en llamar la atención, así como algún hermano dispuesto a tomar protagonismo impidiendo, por ejemplo, que algunos compañeros de los medios pudieran hacer su trabajo mientras se lo facilitaba a otros. Curiosamente, en el mismo templo –es que esta iglesia siempre ha dado mucho de sí– se departió sobre la coronación o no de una dolorosa, nos parece un momento muy impropio para tratar estos temas, pero bueno, “ca uno eh ca uno”. Una suerte que ‘El Palquillo’, acostumbrado a transitar los márgenes y ajeno a corrientes externas, llegue a todos lados y pueda recoger informaciones de múltiples fuentes.
Por cierto, nuestro director alza la voz en nuestra redacción en nombre de los devotos de la Purísima Concepción –¿no les suena?, sí, verán: la imagen de la Virgen casi niña que con maestría talló Mario Moya (por desgracia no hay tantas imágenes salidas de sus manos como para despistarse), lo mismo no la recuerdan porque sale en diciembre y acostumbra a quedar sepultada entre bancos, pasos y demás enseres cuando llega Semana Santa–, pues eso, que nuestro director, hombre de fe y amante de las causas perdidas, dice que a ver si los devotos como él pueden acercarse a hacerle compañía a la Virgen, que los bancos se pueden llevar a los almacenes de las hermandades y así se puede venerar como corresponde a la titular de la parroquia de la Concepción –suponemos que hace rato que sabían el templo del que hablábamos– y de paso la iglesia está un poco más presentable, que nunca está demás. Sabemos que tiene que ver más con la curia que con la hermandad de la que es titular, pero hay que decirlo. De la curia ya hablaremos más tarde, todo a su debido tiempo.
Disculpen la digresión, pero es que la realidad nos desborda. Seguimos por dónde íbamos. En fin, seguro que hay mil anécdotas de este día histórico –podríamos decir también día histérico o histrionico– para la ciudad que cada uno guardará para sí, anécdotas que en su mayoría, por desgracia, no muestran otra cosa distinta a lo que ya deberíamos saber hace tiempo y parece que no acabamos de saber, sacar a la calle una cofradía no es una broma y hay que tener las cosas bien claritas, puede que hasta negro sobre blanco y si el plan a no funciona, está bien que haya un b o c o todos los que queramos, pero que existan de verdad y se den a conocer. Cuando decimos dar a conocer nos referimos a las hermandades –en esto, medios y ciudadanía en general tienen poco que decir. Hay muchos lugares mejores que un programa de televisión para que las hermandades conozcan detalles sobre el “acto de fe” y todo lo que implica, una buena reunión con las hermandades implicadas dando una información concreta y real hubiera bastado, además, no cuesta tanto. Con respecto a este asunto no hay nada que reprochar a las hermandades, no fue su responsabilidad lo escueto de las explicaciones y el naufragio que representó cada plan alternativo pero, aún así, siempre pudieron haber dicho “no” a esta aventura que se convirtió en desventura.
Abrir la puerta al peregrino
Dejando al margen a las hermandades y al Consejo, la curia, una vez más, no ha tenido mucho interés por entregarse a este acto, no acostumbra a entregarse mucho a casi nada que no sea algo que les interese, suponemos que los intereses de su fieles no son los intereses de la curia. El número de sacerdotes que iban a acompañar al obispo durante el acto de fe y los que lo acompañaron el domingo fue cuanto menos triste, bien es cierto que estamos ya casi acostumbrados.
Pero si hay alguna situación que demuestra la entrega absoluta de la curia a las hermandades fue la que se pudo ver en ‘El Polvorin’ –antes hablábamos de la Concepción, pero este templo siempre ofrece experiencias explosivas, en ‘El Palquillo’ lo sabemos muy bien. Está claro que la Hermandad de la Victoria metió la pata hasta el corvejón con su salida –no se enfaden, si sales y te mojas tanto es que te has equivocado, ya está, se dice y se intenta mejorar, o no–, pero que el párroco de una iglesia haga esperar a que termine un bautizo para permitir que uno de los titulares que se venera en la parroquia pueda recogerse mientras en la calle llueve es vergonzante y vergonzoso, como avergonzada debería sentirse la curia ante semejante comportamiento.
Asumámoslo, los cofrades tenemos cierta tendencia a hacer el idiota, pero la magnanimidad es una virtud que nunca hay que perder y que demuestra sabiduría, no la hubo por parte de quien tenía que abrir las puertas al Señor de la Humildad y no, no nos referimos al sacristán, picamos más alto. “Dar de beber al sediento, dar de comer al hambriento…” o “abrir la puerta al peregrino” –más si cabe cuando el peregrino no es uno cualquiera– parece que no está incluido entre las tesis de algunos que habitan en el mismo seno de la Iglesia. Son cosas que pasan, pero no deberían pasar y hay que luchar para que no pasen. Volviendo al mundo clásico –siempre una referencia para los que hacemos ‘El Palquillo’–, no puedo más que imaginar, por poner un ejemplo, a los sacerdotes que custodiaban los templos de la Triada Capitolina orgullosos ante la perspectiva de que aquello duraría para siempre, sin embargo hace mucho tiempo que ya nadie se encomienda o hace ofrendas a aquellos dioses que hoy son considerados paganos, ni siquiera al bueno de Baco, con lo que gusta un bar a los cofrades, será porque algunos dicen que es hijo ilegítimo y eso nunca ha caído bien. Quizá a más de uno –de los que gastan sotanas y de los que no– le vendría bien un libro de historia.
La tercera y última entrega de esta serie de artículos se publicará el próximo día 31 de octubre